Las principales líneas de trabajo transversales en todas y cada una de las actividades y horas en “Erase una vez…” se resumen en tres:
Amor a la naturaleza como fuente de sabiduría infinita y como una parte de nuestro propio yo que debemos observar, proteger y cuidar.
Educación emocional que nos permita poner nombre y ordenar lo que sentimos. que nos permita expresar a los demás cómo nos encontramos y lo qué necesitamos. Que nos permita comprender cómo se sienten los demás y cuales pueden ser sus necesidades.
Respeto. El respeto es básico. El respeto a nosotros mismos, a nuestras limitaciones a nuestras particularidades y por supuesto el respeto a los gustos, tiempos y peculiaridades de los demás partiendo de la premisa de que la existencia de lo diferente es siempre fuente de riqueza.